miércoles, 26 de noviembre de 2008

EL SILENCIO: ALCANCES TERAPEUTICOS DE LA CONTEMPLACION


Mi Amado, las montañas
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonoros,
el silbido de los aires amorosos,
la noche sosegada
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora.
San Juan de la Cruz / "Cántico Espiritual"

Para el diccionario tradicional, meditar (del latín Meditari), significa "aplicar con atención el pensamiento a la consideración de una cosa"; hacer un examen interior, una reflexión. No obstante, reflexionar es una cosa y meditar otra. Ante todo es una postura justa, una respiración ritmada, la atención al instante y al cuerpo, la purificación de la mente, un estar en el mundo, una presencia atenta. Pero también se puede meditar en la mayoría de los gestos que ocupan la actividad cotidiana: se trata entonces de una actitud del espíritu, de una concentración sobre cada acto.


Suele traducirse la palabra Zazen por "meditación", o "sentarse en meditación". Esta traducción es la habitual, pero puede dar lugar a ciertos equívocos. El término "meditación" implica una persona que medita y un objeto sobre el que se medita, con lo que se hace una distinción entre sujeto y objeto. El hecho es que el término Zen (en chino Chan) fue tomado del término indio Jhana, forma vulgarizada del sánscrito Dhyana, que significa precisamente "meditación" en tanto que "técnica" de meditación, practicada para conseguir un objetivo espiritual. Pero el Zen modifica esta perspectiva, por lo que hablar de "meditación" es empobrecer la práctica del Zazen, que no es una técnica a la que aplicarse con el objetivo de alcanzar esferas espirituales superiores, sino que es en sí mismo la realización última del Yo original, el objetivo supremo.

El concepto de contemplar (del Latín CONTEMPLARI, "mirar atentamente"; poner la atención en alguna cosa material o espiritual), es el que mejor se ajusta para definir el término Zazen, ya que centrado en la atención, se elimina la dualidad objeto-sujeto.

Por que contemplar

"Patior, ergo sum" (Sufro, luego existo)
Buda

La llamada a la contemplación, al contacto íntimo con la música callada, pone de manifiesto una realidad que se actualiza profundamente en el hombre contemporáneo: el desasosiego interno esencial. Este problema, que es universal, histórico y personal, origina las llamadas enfermedades del espíritu, generadoras de las ya conocidas patologías sistematizadas por la medicina moderna. Cuando se ha polarizado la vida sobre el dominio del conocimiento racional, de la técnica y la organización, imperando una visión cartesiana del mundo que considera la reducción de los elementos constitutivos más importante que el todo, se produce una ruptura en la comunidad de sentidos. El apego a los diferentes ritmos de consumo, la ausencia del control de los deseos, las dependencias a nuestras propias opiniones, al lenguaje, a lo "mío", "tuyo", "tengo", "quiero", produce la tensión interna que desencadena una crisis de la existencia.

El hombre al llegar a cierta etapa de su desarrollo individual descubre que su cautiverio total, en el seno de la vida condicionada por el tiempo y el espacio, asfixia al ser esencial absoluto, que está más allá de lo espacio-temporal. Estalla en él la posibilidad de discernir entre el cuerpo que se tiene, del cuerpo que se es. Con el cuerpo que se tiene no hay identificación posible. Se le poseé y debe estar, como instrumento, al servicio y disposición del hombre. Si se deteriora quedan afectadas la salud, la eficacia y la capacidad de funcionamiento en el mundo. Si está enfermo, los cuidados que reclama son asunto del médico, cuya ciencia está en relacián con el cuerpo que se tiene. Es el dominio del dolor físico, de la interpretación sintomática, dónde se ve el cuerpo como algo independiente del hombre, y consecuentemente también, aislado del cuerpo que se es.

El cuerpo es la forma por la que el hombre se expresa, se presenta, se niega o se realiza. Cuando sólo se trata del cuerpo que se tiene, un calambre se considerará fisicamente como una contracción muscular. En cambio, en el cuerpo que se es, esa rigidez revela cierta disposición del sujeto, una actitud de desconfianza o de miedo, de resistencia o rebeldía. Aparece el sufrimiento como eje troncal del hombre de todos los tiempos.

Las primeras de las Cuatro Nobles Verdades del Budismo dicen: "La vida es sufrimiento. Los deseos, las pasiones, los apegos, las ilusiones son la causa del sufrimiento". La palabra sufrimiento se origina en dos raices: el prefijo "suf", que origina "sub": debajo, y la segunda parte "fri", viene del verbo latino "ferre", que significa cargar.

Hay una connotación de “estar abajo”, “estar bajo una carga”, “estar cargando algo desde abajo”. En contraste, las palabras aflicción, pesar y depresión, asociadas al concepto de sufrimiento, convocan imágenes de peso, de algo que ha sido impuesto sobre nosotros. De hecho la palabra pesar procede del latín "gravare", que significa presionar. Se puede observar así, dos tipos de sufrimiento. Uno es cuando sentimos que estamos siendo presionados, como si el sufrimiento llegara desde afuera. El otro tipo de sufrimiento es estar abajo, simplemente cargándolo, nada más siendo él.

Frente a las causas del sufrimiento, la ignorancia, las conceptualizaciones, las ilusiones productoras de dualismos fragmentadores del ser, no hay escapatoria. En un antigüo diálogo de la Tradición Zen, un jóven monje le pregunta a su maestro:

- ¿Cómo huir de la vida y de la muerte?. El anciano le responde:
- Es como huir del calor y del frío. Cuando hace calor, saltar en
el calor hasta hervir. Cuando hace frío, saltar en medio del frío
hasta congelarse. Esto es lo que nosotros llamamos escapar
.

Zambullirse en el sufrimiento, es ser uno con él. Para las más remotas tradiciones, es el puente hacia el ser integrado, indiviso de la totalidad, aquel que reboza de vida y de muerte. Igjugarjuk, un chamán de los caribú, una tribu al norte de Canadá, decía a los visitantes europeos, que la única verdadera sabiduría "vive lejos de los hombres, en la gran soledad, y sólo puede obtenerse mediante el sufrimiento. Unicamente la privación y el sufrimiento abren la mente a todo lo que permanece oculto para los demás".

Ante el miedo a la destrucción, la desesperación de lo absurdo, la tristeza del aislamiento, aquello que resulta inaceptable, sólo hay una salida: comprometerse en la dificultad total, aceptar lo inaceptable. Decía el Maestro Zen Dogen, en el siglo XIII: "¿La vida... a qué compararla? / Al reflejo de la luna / en la gota de rocío / suspendida en el pico / de un ave acuática en vuelo". Cuando comprendemos que en la plenitud de la flor se consuman lo efímero y lo sutil, ingresamos en la participación de una determinada dimensión espiritual, percibimos algo que nos antecede y algo que nos trasciende. Se produce la integración de procesos en el devenir de la vida, donde la muerte es el ritmo, donde lo espiritual es tener un sentido totalizador.

"El Canto de la Luz Silenciosa" del Maestro Wanshi de la Tradición Zen (1091-1157) expresa: "Cuando el silencio y luz son perfectos / vida y muerte son mi posesión. / En definitiva el uno pasa el umbral / la fruta madura sobre su rama / sólo este silencio es la enseñanza última / sólo esta luz es la respuesta universal / la respuesta sin esfuerzo / la enseñanza inaudible".

El sentido del camino meditativo se refuerza en las restantes "Nobles Verdades del Budismo": "Existe un mundo de verdadera libertad en nosotros mismos (Nirvana). Tenemos la capacidad de disminuir nuestros apegos y deseos y volver a la condición normal". "El método, la vía, el camino para liberarnos de nuestras pasiones y ver nuestra auténtica naturaleza es el Sendero Octuple (los puntos de vista justos, el pensamiento justo, la palabra justa, la acción justa, los medios de existencia justa, el esfuerzo justo, la memoria justa, la meditación justa)". Con la práctica de la meditación con la actitud del espíritu justa, las pasiones y los deseos disminuyen naturalmente. Las bases oscuras del sufrimiento se aclaran. El hombre se transforma en su totalidad. Se trabaja en la metamorfosis de un sujeto que se hace transparente al ser, y que en lo sucesivo vive de ese ser.

Cómo contemplar

"Esta es la piedra,
empapada de lluvia,
que marca el camino”.
Santoka

Siendo muy diversos los caminos, todos son respetables. Pero al decir de Marc de Smedt, "no ha de perderse el tiempo suscitando nuevas ilusiones. Por esta razón describir la abrupta Vía del Zen, vía del centro, que permite abrazar las eternas contradicciones de la ronda de fenómenos y situaciones vividas por los seres humanos, mostrando su perpetua interdependencia y su vacuidad, e indicando sin cesar la actitud a adoptar, plena de equilibrio, consciencia, compasión, libertad, energía, discernimiento y concentración en el aquí y ahora. Basada en la postura esencial del Buda, donde la sencillez, el rigor y la calma se aunan al silencio, el Zen aparece cada vez más como una no-religión que engloba a todas las religiones. Justa vía del despertar".

Las descripiciones específicas de la metodologia de la práctica de zazen deben consultarse en la bibliografía sugerida. A continuación comentar los puntos sobresalientes. Los maestros de la Tradición dicen: "Zen es zazen". La práctica por sobre todas las cosas. La contemplación sentada con las piernas cruzadas exige una actitud general concreta del cuerpo que se es. Los factores que determinan esta actitud son: la práctica del silencio, una forma de estar, una respiración y tensión justas, y una actitud espiritual.

El individuo vive y se manifiesta en su cuerpo por un modo concreto de comportarse, una respiración específica y por un determinado tono muscular. Estos factores dependen de uno central que les es común: el centro de gravedad justo, el hara. La palabra hara viene del japonés y significa literalmente "vientre". Anatómicamente se localiza 4 cm. por debajo del ombligo, y representa como concepto, "la fuente original de la vida, el campo de la esencia de la energía cósmica (kikai tanden)”.

El ejercicio del hara consiste en asentarse conscientemente: el sentido de arraigarse es el de crecer sin que nada lo impida. Posarse y establecerse en la pelvis admitiendo el vientre, construye un centro terrestre que vincula al hombre con la realidad. Se completa un n£cleo din†mico que colabora a sostener y "cargar" con el peso del sufrimiento ontol¢gico existencial. En zazen hay que estar "como si se quisiera penetrar en el suelo con las posaderas y transpasar el techo con la cabeza". Esta es la sentada del hara; toda la energía esta centrada en la región del abdomen y la pelvis. Es abandonarse a la tierra, progresando en profundidad, es una unión con esa tierra en la cual se echan raíces.

La forma de estar justa, afianzada en el centro de gravedad exacto, crea siempre una relación precisa con la vertical y la horizontal. Con la espalda recta, cada vértebra sostiene de forma natural a la que le sigue y toda la columna vertebral sostiene a la cabeza, que con la barbilla ligeramente hacia adentro, marca la relación de su parte alta con el "cielo". Los hombros deben estar hacia atrás y relajados y la nuca estirada. Una buena sentada -en el suelo sobre un cojín o zafu, o en una silla- requiere que las rodillas están más bajas que la pelvis. La sentada en el suelo admite diversas variantes en la postura de las piernas de acuerdo a la elasticidad individual (loto completo, medio loto, postura birmana, sobre los talones).

Las manos se apoyan contra el vientre, un poco debajo del ombligo, reposando sobre los talones, con los dedos de la mano izquierda sobre la mano derecha, de forma que los pulgares se junten en los extremos y formen un círculo con los dedos índices. Los ojos permanecen ligeramente abiertos con la mirada que se posa a un metro de distancia, permaneciendo en calma, sin fijarla.

La respiración justa, consiste en interiorizar en la conciencia a la respiración como un movimiento primordial en el cual el hombre comprueba su calidad de ser vivo en la acción de abrirse y cerrarse, de abandonarse y recibirse de nuevo, de dilatarse y contraerse, de amanzarse y retraerse. La espiración activa es el motor de este mecanismo. Siempre por la nariz, debe ser lenta, pausada y tranquila, como "el mugido de una vaca", en una relación de duraci¢n de 3/1 a 7/1 con el ciclo inspiratorio, el cual es natural y espont†neo, llevando el aire al abdomen inferior.

Con respecto a la actitud del espíritu, haré una mención global de la misma, que por su complejidad y profundidad precisaría una extensión que excede este artículo. Los tres pilares básicos en los que se sustenta la práctica son: hishiryó, el no-pensamiento, el pensamiento más allá del pensamiento, el pensamiento absoluto. Se dice en zazen: "dejar pasar los pensamientos como nubes en un cielo azul". El vaciamiento de los productos de la razón generados por la corteza cerebral, deja a ésta en reposo, permitiendo la expresión del cerebro primitivo, donde se encuentran los núcleos primarios de los instintos y posiblemente de la intuición. En segundo lugar, mushotoku, el no-provecho, la no-obtención, el abandonar los apegos de los objetivos puntuales. Y por último shikantaza, sólo sentarse: zazen es iluminación: "Realización, ni general ni particular, es esfuerzo sin deseo; clara el agua, todo el camino hasta el mismo fondo, el pez nada como un pez. Vasto cielo transparente todo a través, el pájaro vuela como un pájaro" (Dogen - Shobobenzo).

Sanar el espíritu

"Por favor, atrapad lo viviente"
Anónimo Zen

El Maestro Wanshi del siglo XI nos advierte: "Cuando la luz es sin silencio / las disticiones aparecerán / del testimonio y de la respuesta / solamente nacerá desarmonía / cuando en el silencio la luz se ha perdido / todo ha de volverse inculto e inútil". La falta de atención del hombre moderno hacia las bases de su existencia -la fuerza natural que le anima- en provecho del ego intelectual que le permite la adaptación familiar y social en la vida cotidiana, origina el descuido de la fuerza cósmica en provecho de la vida individual.

Es por esto que zazen tiene como cualidad el retorno a la unidad del cielo y la tierra, la toma de consciencia existencial de que todas las criaturas tienen la misma raiz, la conciencia de que la vida individual es a la vez vida cósmica. Se piensa que las leyes de la naturaleza se manifiestan cuando el predominio de un hemisferio cerbral acaba y las comunicaciones entre los dos hemisferios quedan restablecidas. Aquello que es captado intuitivamente por el hemisferio derecho a través de la sabiduría del cuerpo, se vuelve consciente en el hemisferio izquierdo.

Como dice Eihei Dogen: "El yo es certificado por todas las existencias del cosmos", cuando el receptor está en regla con el orden escondido. El cerebro se abre a las voces que hablan más allá del intelecto. Es hishiryó. "Practicar zazen es estudiarse a si mismo. Olvidarse a sí mismo es ser certificado por todas las existencias del cosmos. Ser certificado por todas las existencias del cosmos es liberarse del propio cuerpo y del propio espíritu, y del cuerpo y el espíritu de los demás" (Dogen).

Alcanzar la conciencia del cuerpo a través de la música callada, nos integra plenamente al huerto de la vida, donde la tarea cotidiana de desmalezar, sembrar, cultivar y cosechar se reaviva en cada instante. Trabajo sobre el cuerpo, práctica de la concentración, control de la respiración; todos estos ejercicios realizados con "paciencia y perseverancia" (otra máxima del Zen), guiados por un instructor, pueden ayudar a encontrar, a calmar el sufrimiento, a liberar la mente, acrecentar la atención, a abrir la existencia a nuevas dimensiones del ser.

"Hay numerosas moradas en al casa de mi Padre", decía Cristo. A cada uno le toca escoger la técnica de contemplación, de concentración, que le conviene, a cada uno le corresponde probar, cambiar, hallar... Hacerlo sobre todo sin esperar nada preciso. Sin querer nada. El cuerpo sabe lo que necesita. Todo sucede aquí y ahora. Es cuestión de atrapar el presente, observar y experimentar el instante en movimiento.

La creatividad, la disponibilidad, la atención, la fuerza del cuerpo mental interior y cada momento vivido con plena conciencia, resquebrajan las murallas que separan los mundos, permiten encontrar el hilo de la vida más allá de los personajes en sus roles.

Sanar el espíritu o al decir del Mokushoka de Wanshi: "Cuando la iluminación silenciosa es perfecta,/ el loto florecerá, el soñador se despertará, / los ríos correrán hasta el océano / las mil montañas verán el pico elevado / como el cisne que separa la leche del agua / como la abeja que liba el polen. / Cuando la luz silenciosa toca el punto último / yo perpetúo la tradición original de mi escuela / esta práctica se llama iluminación silenciosa / penetra desde lo más profundo hasta lo más alto".

Dr. Edgardo Werbin Brener

Bibliografía

* DURCKHEIM, K. G.: - Hacia la vida iniciática. Meditar. Por qué y cómo. Ediciones
Mensajero.

- El Zen y nosotros. Ediciones Mensajero.
- Hara. Centro vital del hombre. Ed. Mensajero.

* BECK, CH. J.: - El Zen de cada día. Amor y trabajo. Ed. Demac.

* JOHNSTON, W.: - La música callada. La ciencia de la meditación. Ediciones
Paulinas

* AITKEN, R. R.: - Seguir el camino del Zen. Arbol Editorial.

* SMEDT, M de : - 50 técnicas de Meditación. Visión Libros.

* DESHIMARU, T. : - El Sutra de la Gran Compasión. Kannon Gyo.
Miraguano Ediciones.

* CAMPBELL, J.: - El poder del mito. Emece.

* DESHIMARU T. / IKEMI Y.: - Zen y autocontrol. Troquel.

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